Sunday, February 12, 2006

el poeta, la musa y su tristeza.

estaban perdidos
en la casa, bajo los techos altos.
estaban perdidos.

el poeta habla como un profeta.

nos desconectamos
la noche en que una quiso trasponer la belleza,
manos que se entrelazaron
en la trenza de sensaciones.
y el cielo se estremecio.
y una mariposa salio volando,
dejando un vacío
con alas de mariposa,
como un patrón,
la pieza de un puzzle infantil de madera.
y la montaña se asustó
del vacío en su pecho,
allí donde la lana del chaleco
se había humedecido con las saladas lágrimas.

porque ella lloraba su torpeza
y lloraba haber osado faltar el respeto al destino
en el pecho de la montaña
que se hacía montaña nocturna,
oscura e inanimada.

el poeta es profeta de su vida.

dice como ella se enroscará a los pies de la cama,
se enroscará en el suelo
y se enroscará al vaivén del columpio;
lejos.
¿viviré un mes?

nadie sabe cuanto pesa una montaña en el alma.
el juego es tan peligroso,
como la montaña misma.
y el poeta, profeta de su vida,
se pregunta:
¿cuánto tardarás en matar la flor nocturna?
ella responde
lo fácil que es aplicar tijeras
al delicado tallo
y lo difícil que es cuidarla.

yo quiero que mis escritos
caigan en tus manos
y quiero precipitar la noche aciega,
para saber simplemente qué pasaría.

¿podrá la montaña descubrir el sol
y regar la flor, iluminarla?